Posibles pistas para ubicar Malanga:
“País misógino, homófobo, clasista, fanfarrón, dizque blanco, aunque en realidad padecemos de la maldita cultura del incesto, que nos depara algunos problemas de salud, y también de la bendición del mestizaje, pretendemos cierto supremacismo, pero disimulado, pacato”.
“Es importante recordar que, en siglos pasados, Malanga derrotó a gringos invasores. Esa gesta, que dicen construyó la identidad nacional mediante el mito de un héroe patriota, sería inútil unas décadas más tarde ante la llegada de otro colonizador salvaje, pero con dinero”.
¿Quién es el responsable detrás de Malanga?
El mismo texto nos dice que “Adán Vivas no ha escrito Malanga. “La novela es un proyecto a muchas manos, que nos ha llevado años de trabajo”.
“Si se parece o no al país que habito, no me importa. Malanga es territorio autónomo y nosotros, una villita proyanqui”.
Estos textos sueltos, extraídos del relato conocido como Malanga, representan solo algunas pistas que su autor nos comparte en esta propuesta que representa su “ópera prima” como narrador. Porque no es tanto la cantidad de obras que nos dice su autor tener engavetadas o en proceso de cocción lo que cuenta, sino lo que conocemos de su pluma en este género dado a conocer a sus posibles lectores. Por ahora, solo Malanga, pero es un buen arranque nos parece.
Y el autor agrega, sobre esta lectura que nos ocupa:
Tampoco soy tan mamón como para fraguar una novela rosa, con diálogos acaramelados y amores imposibles, heteros o no. Lo que hace la gente con su vida privada no me interesa. No veo nada que juzgar allí y, en todo caso, una novela es un abordaje de la realidad, no una sentencia. En mi caso, la realidad necesita cortar sus raíces para que despegue. Hay más de verdad en una metáfora que 246 en un insulto, aunque éste sea mucho más concreto que un bofetón. Evaluaría insertar más capítulos sobre ontología y la gallinicidad criolla. Vivas agarra una bolsa de pastillas de colores, y se zampa ocho en seco. Esto nos dice el narrador-autor de un alter ego dentro de la novela que se llama Vivas a Secas y que se convierte en el individuo que hace el trabajo sucio dentro del relato.
Pero, ¿a qué se deben estas aproximaciones que hago a la historia que tengo entre manos, como preludio a lo que me propongo intentar transmitir? Se debe a que me interesa de entrada plantear dos de los componentes principales de esta propuesta narrativa como son el tema del realismo y su forma de abordarlo y paralelamente, aunque no menos importante, el tema de la estructura narrativa: la forma en que se cuenta.
Vista así, Malanga es una propuesta narrativa donde el autor reflexiona sobre temas esenciales al género, como son autoría, importancia del narrador, origen de la historia, manejo del realismo, empleo del tiempo dentro del relato y otros principios no menos importantes. Mientras lo hace y lo aplica, el autor desarrolla la historia que no es tal, porque también la historia es una falacia. Al final, tengo para mí que Malanga no es la historia de una comunidad, ni el asomo a un mundo que nos pudiera resultar afin, sino un documento donde el autor reflexiona sobre el género mismo que aborda, lo cuestiona y al hacerlo ejecuta su propia propuesta, que a nuestro juicio le sale bastante bien, porque sin algo me atrae de esta propuesta es precisamente su inventiva estructural.
Adicionalmente a lo anterior, habría que decir que Malanga ee trata de una novela satírica, sarcástica, en la que existe una distorsión disparatada de la realidad o quizás más bien existe una realidad disparatada que, de manera satírica, se nos presenta en múltiples “sketches”, situaciones dialógicas que tienen lugar entre personajes disímiles, quienes se internan en las intrincadas redes de una sociedad caótica y hasta cierto punto demencial, como es el universo de esta Malanga, poseedora de acentos Macondianos, donde todo es posible y absurdo a la vez, donde la realidad no es lo que se mira, sino lo que subyace bajo esa atmósfera adulterada en la que coexisten y hasta se superponen personalidades y personajes, figuras secundarias y sombras.
El autor se plantea a su manera preguntas concretas propias de la vida literaria como son los temas de género, la importancia del narrador, su relevancia dentro del relato, los tipos de narrador. Malanga posee múltiples voces y dentro de ellas tenemos narradores omniscientes, aunque sean cuestionados, narradores protagonista y narradores testigos. No hay una sola historia que guíe la lectura, aunque algunas historias se superponen a lo largo del relato y evolucionan en el tiempo, mientras otras simplemente se congelan y se convierten en escenas aisladas. Todo eso sí unido por ese contexto alucinante que es Malanga como ciudad, puerto, isla, territorio donde la imaginación se deja sentir.
Pero el juego de la estructura narrativa le ocupa de tal manera obsesiva a su autor, que Malanga se vuelve una propuesta atípica de nuestro tiempo, al abusar de los valores estructurales y pretender ser tan completa como le es posible. Es por ello que Malanga posee una introducción, su contenido interno se organiza en 7 partes y un epílogo, para que incluso al final cerremos sus páginas totalmente confundidos y escépticos sobre lo que hemos leído y, a la vez fascinados de lo entretenido que resulta la aventura de cuestionarse el género narrativo y luego buscar proponer una historia disparatada y absurda, que a su vez está cargada de sentido, que en su cierre además incluye la carta de un lector -ficticio- que reacciona a la lectura de Malanga. Pareciera que Malanga se ocupa de todo, hasta de las reacciones de los lectores e incluso el autor mismo, no satisfecho con su trabajo ya impreso, hace unos días en redes sociales publicó un “prólogo inédito” a la novela, para explicarla en múltiples sentidos y con ello adelantarse a posibles malas interpretaciones o lectruras. A ese nivel de obsesividad nos enfrentamos con este texto y lo que lo rodea.
Además, en Malanga hay un tratamiento esperpéntico del universo narrativo donde nos movemos a veces entre lo risible y lo patético, entre lo audaz y lo absurdo, entre lo ético y la hipocresía moralizante. El discurso es a veces cínico, en otras, satírico y mordaz, estamos frente a un interesante experimento narrativo donde confluyen géneros, formas y estilos, todo se admite y se valida dentro de un discurso que se confiesa absurdo y disparatado, lo cual es un truco para disimular con sutileza la reflexión que hay detrás, como hemos dicho, sobre el género narrativo propiamente y sobre el papel de la novela ante la colectividad y ante el lector. Vamos de lo risible a lo patético, mientras se muestran diferentes perfiles de autor gracias a los cuales hasta se sugiere o cuestiona la importancia del autor y su relevancia sobre la historia misma, para su vez señalar en que el autor es solo un medio que usa el discurso narrativo para fluir y transformarse en texto de lectura.
Recuerdo algún tiempo atrás cuando Adán Vivas condujo algunas consultas públicas sobre temas literarios tales como ¿qué es ficción, ¿cuáles los atributos de lo literario, ¿cuáles las funciones del narrador, ¿la importancia de la historia? ¿En qué consiste narrar? Todos estos temas y consultas los encontramos sino resueltos al menos abordados en este documento que nos ocupa, titulado Malanga, donde el juego teórico se combina con la fruición narrativa y se cuestiona todo, a la vez que se usa de todo, hasta una carta imaginaria de un lector que probablemente solamente existe dentro del contexto del libro, al igual que Vivas el pendejo, como se degrada más o menos su ator en el texto, dándole la espalda a Adán. Al final Adán queda a salvo del paraíso de narrativo que es Malanga, donde el condenado a escribir resulta ser Vivas.
Existen pasajes donde percibimos una nostalgia por lo perdido y más que perdido desaprovechado, por la forma en que el medio natural y social inhiben al individuo o bien lo condicionan y asistimos a los testimonios de quienes conscientes de la castración y la renunciación a que viven sometidos, traten de salir adelante.
El mayor mérito del libro a mi criterio es la estructura misma, la forma en que el autor se enfrenta a la articulación de una obra narrativa que posee múltiples niveles, donde no existen la linealidad sino la superposición de escenarios, de ambientes y situaciones, algunos enlazados entre sí otros no necesariamente pero todos juntos conforman ese universo caótico que conocemos como Malanga, que a veces parece una nación, en otras una provincia costera, en otras un territorio cuyos límites se pierden en las oscuridades de una imaginación enfermiza y confundida, deliberadamente, gracias lo cual asistimos a un mundo ajeno al tiempo aunque a su vez producto de nuestro tiempo.
Si bien es la ópera prima de Adán Vivas el autor confiesa que tiene varias historias archivadas en alguna parte y quizás lo que hay archivado guarde relación con esta Malanga o, por el contrario, sean lo opuesto a este universo entre mágico y morboso, entre extremo y absurdo, donde todo coexiste y subsiste.
Es una novela -convengamos- escrita en capas, y como tal tiene varios niveles de lectura, en algunos de ellos hay preocupación por el hecho literario en sí, por lo que significa escribir y en lo que consiste la escritura, en la posibilidad de articular una sinfonía oral donde múltiples voces intervengan, cuestionando autores, estructuras convencionales de presentación de las historias y al hacerlo proponiendo un modelo inclusivo de contar la historia que consiste en la coalición de múltiples voces y múltiples historias, en apariencia. Para lograrlo, la novela propone una creativa estructura donde prevalecen los intertextos, lo cual hace la lectura amena y agradable, además despierta la curiosidad no sobre lo que viene porque acá importa menos lo que ocurre como la forma en que ocurre y, más particularmente, por la forma en que se nos cuenta esta borrasca de tijeretazos narrativos, que se superponen y se traslapan. Cuando uno mira la gallina que ilustra la portada y lleva rato leyendo sus páginas descubre que por dentro lo que hay es un enorme y deliberado cacareo, no existe armonía, sino un caótico estallido de voces.
La novela empieza con una aclaración del autor sobre su posible autoría o no de la historia que vamos a leer, sus dudas y aspiraciones, sus deseos en apariencia puramente consumistas y monetarios., texto que en realidad es la primera de las múltiples zancadillas que le pone el texto al lector a través de su personajes, sus discursos o giros en la historia misma, buscando siempre plantar en un terreno nublado y difuso el tema de la realidad, el de la imaginación, lo verosímil frente a lo especulativo, la lógica de la sintaxis discursiva como una forma de disimular lo que ocurre y sugerir lo imaginario. Toda la novela de múltiples formas cuestiona el género mismo, los motivos de la escritura, su sentido y responsabilidad social, la segmentación del texto según los diferentes niveles de interés y objetivos que genere. Incluso en un pasaje de la misma un personaje dice: “una novela es una red de historias tejidas por distintas manos” y en eso se convierte Malanga en una red de historias habilidosamente tejidas en torno a un espacio imaginario, en un tiempo absurdo, todo aderezado con acentos de un realismo verosímil que es el producto de las pinceladas que recupera el autor de una realidad tercer mundista, dominada por testaferros, sicarios, gobernantes corruptos y comerciantes perversos, además cargado de componentes de una gran proximidad para los posibles lectores de la obra en nuestros territorios. En ese sentido se convierte en una obra con arraigo al referirnos a una realidad que enfrentamos diariamente, a veces de forma absurda y exacerbada como en el relato, de ahí que nos identifiquemos con ella.
La idea misma de que todo comienza con el sueño para luego sugerir que nada verdaderamente significativo ocurre afuera del sueño para luego dudar de todo ello y sugerir que se sueña para lucrar, para tener éxito, para vender ejemplares y que es en la venta de ejemplares donde radica el éxito de la aventura narrativa, a veces me parece más el discurso de un librero metido a escritor que el de un escritor con clara conciencia del mercado del libro. Pero tengo derecho a pensar de esta manera porque el autor deja abiertas todas las posibilidades y nos podemos ir por donde nos dé la gana y comentar lo que queramos, el texto nos permite respaldarnos.
En Malanga todo comienza en una bodega llena de libros que no circulan, donde un grupo de mercaderes bibliófilos discuten sobre las mejores opciones para mover todo aquel dinero empantanado. Desde un principio no hay preocupación por el contenido de las obras, por los mensajes que allí se almacenan, sino por la desesperante realidad de tener tanto título empantanado y los bolsillos vacíos.
Está claro que el mundo de Malanga los escritores no venden y los libros no se venden, en consecuencia, los libreros, los inversionistas, los vendedores callejeros y otros mediadores entre el texto y el lector, sufren de severos problemas de liquidez y acumulación de obras en las estanterías. Ya acá y de entrada, la historia nos plantea un tema crítico en el mercadeo del libro como es la escogencia de las obras, la selección de autores, dentro de un plan editorial, las medidas de mercadeo que en torno a esas obras se determine. La historia se mete con autores, editores, dueños de empresas editoriales, pero no toca a los lectores con la misma intensidad, es un terreno en el que no incursiona, quizás no sea importante pero como se mete con casi todo es justo señalar que, con casi todo, menos con los lectores.
En todo caso, parece que al final lo que importa no es lo que se escriba sino quien lo escriba pues los escritores que están en los pináculos de la fama en el universo de Malanga son igual de malvivientes que los editores y los libreros, que han alcanzado el sitial de honor donde se encuentren gracias a movidas estratégicas que a calidad literaria. En un mercado visto así, queda claro que importa no tanto la calidad de lo escrito sino la maquinaria que hay detrás. A ser consumido y aquí me retracto porque de manera indirecta se mete con un lector, el tipo veleta que no selecciona autores por la calidad de los contenidos de sus escritos, sino por la imagen pública de la que gozan.
El universo en Malanga es muy propio de nuestros terrenos latinoamericanos, donde impera la corrupción política, la violencia se manifiesta de múltiples formas, que van desde la agresividad en carretera entre conductores, hasta el bandolerismo cotidiano, las estafas de cuello blanco y el sicariato entre las principales, aunque también presenta otras formas de violencia como el ninguneo, el rechazo al mérito ajeno y el cabildeo mezquino de quienes buscan ascender por influencias y no por méritos, algo que también se manifiesta en las esferas artísticas, como es lo literario, según propone la historia de Malanga.
La novela comienza con una reflexión sobre el mundillo literario y a partir de allí surgen una serie de personajes, algunos de los cuales vuelven a aparecer en algunos episodios posteriores y retoman el hilo narrativo de su historia con episodios anodinos que ayudan a echar leña al fuego a provocar esa espiral narrativa que la caracteriza. Termina la novela sin embargo con una alusión a Malanga convertida en una posible narco-nación. Todo ello tan posible como imposible, pero verosímil y como tal, convincente.
“Toda Malanga es un desordenado hormiguero. Uno cree que va o que viene, pero vegeta”, nos dice una de las voces dentro del relato y con ello nos ayuda a entender mejor el caos narrativo que enfrentamos y esa sensación que nos acompaña durante la lectura, de sentir que pasamos páginas, pero nada ocurre y no avanzamos.
Comienza un narrador protagonista, pero la novela posee múltiples voces, eso la hace amena y delirante a veces ante la confrontación de puntos de vista y enfoques disparatados, pero posibles, en un contexto tan atípico como el que se presenta en este universo tan contaminado, enviciado, degenerado. (soy Luis José Pérez, vecino de la Alameda de la Tranquilidad, separado.)
No olvida los testaferros y su cultura tan acentuada en nuestras sociedades tercer mundistas, tan corruptas, donde los negocios resultan ser fachadas para otros negocios no declarados.
“Parece mentira, pero la cultura acá nada tiene que ver con ideas, sino con tendencias que establece la pauta publicitaria. Si no hay bendición de los medios, no compran. Si estos recomiendan caca, el consumidor va y compra un relleno sanitario. Vivas es parecido a un cambute, medio bruto, pero es lo que hay”, cita alguien en algún momento dentro del discurso narrativo.
De hecho, esto que pretende ser una novela no lo es porque se interesa en cuestionar precisamente el género y lo que se considera novela y lo dice: “Es un collage, un pastiche de diversos autores que se cansaron de ser bailados por el editor que los contrata. En consecuencia, renunciaron. Nosotros nos hemos permitido rejuntar todas las escrituras y hemos decidido no cribarlas. Les hemos buscado pies y cabeza y argumento y, si carecen de sentido, no es tema que nos toque. No creemos que alguien tenga los derechos de 95 autor, pues los indigentes —perdón, he dicho mal— los autores trabajan directamente en nuestras computadoras. Hasta que les pateamos el culo y los de seguridad les dan duro en el callejón”.
En otros pasajes, la novela satiriza el romanticismo con que a veces nos asomamos a la naturaleza y por ello, aparecen pasajes como éste: “Cae la tarde. Hay truenos y pájaros que repiten, hasta la necedad, su canto desde lugares ocultos de la arboleda”. Para quienes creemos que los pájaros cantan, en Malanga son loros cansinos, todos los pájaros.
A pesar de ser una historia tan llena de personajes y situaciones percibo una enorme soledad que parece ser consustancial a los personajes mismos quienes aún en grupo se mantienen aislados y solitarios, como si la colectividad misma dependiera y tuviera sentido solamente en la soledad de cada uno.
Sin ser optimista el universo de Malanga está rodeado de un pesimismo esperanzador que se percibe en la inventiva de sus personajes, tan expuestos a un contexto que los consume y ante el cual se rehúsan a claudicar, aferrados a su imaginación, a su maña, a un impulso natural de supervivencia.
Al final, luego de su lectura, pensamos que Malanga trata mucho sobre gallinas, pero poco sobre huevos, aunque todo el foliaje que hemos leído de alguna forma tenga que ver con el esfuerzo de poner el huevo. Sino que lo diga Isidro Pelapapas, el más distinguido escritor de Malanga y un profundo conocedor de los hilos que se emplean en el manejo de jurados y la fabricación de premios. Nada más oportuno, en estos momentos de cierre del año 2022, donde todos nuestros escritores publicados durante este año sueñan con ganarse el Aquileo Echeverría, tanto que le cogen odio a los colegas que, como ellos, publicaron obra durante el mismo período, pues les hacen sombra. Y entonces se les combate con ninguneo y manipulación de jurados. Pareciera con ello que Malanga se convierte en una propuesta de solapado ácido realista, un retrato sin ansiolíticos, de lo que ocultan las sonrisas y los falsos gestos en público.