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“Más allá de la bruma”, habitan la nostalgia y la palabra para nombrarla.

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Un espectáculo integral que comprende poesía, teatro, danza y música, presentó recientemente el colectivo de danza contemporánea KI, en Gráfica Génesis

Los domingos poseen la pereza exquisita del día neutro, entre el hacer y el deshacer. A veces, al final de las horas del día consagrado para el descanso aparece la posibilidad de abismarnos en un espacio oscuro en principio, desde donde gradualmente emergen la luz, el sonido y la acción, para ponernos frente a la magia transformadora de la propuesta escénica, capaz de extraernos de lo inmediato y hacernos viajar desde una silla, impulsados por la magia que nos proponen las imágenes en movimiento que comienzan a discurrir frente a nuestros ojos asombrados, reforzados por la sonoridad que se desprende de simples sonidos, a veces música y también la palabra.

En Gráfica Génesis se presentó el fin de semana pasado el espectáculo “Más allá de la bruma”, inspirado en textos del poeta costarricense residente en México, Alvaro Mata Guillé, quien además participa del espectáculo como un personaje anciano y taciturno que, sentado entre las butacas, de pronto dice su poesía y contribuye a la carga emocional de la propuesta. Pero, aunque parte de la poesía, el espectáculo va mucho allá, para explorar en los valores conminatorios del ritual, donde componentes simbólicos como el círculo y el polvo se emplean hermosamente, hasta lograr como espectadores insertarnos en un espacio afuera de nosotros y convertirnos en presencias desnudas de individualidad y ego, participantes pasivos de la transformación.

Me muero de la vergüenza y me disculpo por no conocer el nombre de dos de los intérpretes de esta hermosa propuesta escénica combinatoria de teatro, poesía y danza que pude disfrutar el pasado domingo 3 de setiembre en el espacio teatral conocido como Gráfica Génesis, pero es que el programa de mano estuvo ausente, así como un código QR a través del cual pudiéramos acceder a un formato digital, donde nos ofrecieran detalles importantes de la producción. Solo tengo el nombre de Humberto Canessa y Alvaro Mata Guillé, pero desconozco a los otros dos intérpretes, por lo demás excelentes en sus papeles, poseedores de buena técnica y control escénico. 

Aún así, quise aprovechar el hecho de que tengo frescas sus imágenes en el ojo de la memoria y proponer una lectura posterior que deje huella de lo efímero, ocurrido sobre las tablas de un espacio curioso, a ratos inconveniente para un espectáculo que requiere de cierto distanciamiento para una mejor apreciación de todos sus componentes, en especial cuando sus actores-danzantes desarrollan sus rutinas en los extremos del escenario, donde la mirada periférica tiene problemas para seguir todos los componentes al detalle. Por eso, en ocasiones para mirar a un intérprete hay que descuidar ligeramente a otro. Pero son cosas que en otra sala podrán resolverse y debo aclarar que, a pesar de ello, esta propuesta es hermosa, cargada por momentos de una lentitud extrema en sus acciones que sin embargo lejos de cansar o inducirnos en la monotonía, seduce y genera una intensidad entre lírica y dramática. Pareciera por momentos que el no-movimiento posee una dinámica que la carga energética de la intencionalidad nos impulsa a sentir en sus formas invisibles.

Sobre la escena tres danzantes que se mueven cada uno un en estilo muy propio y, entre las butacas un cuarto ejecutante, cuyo aspecto de anciano sin tiempo sigue y viste el movimiento con palabras que componen una poesía litúrgica, capaz de enfatizar sobre el ritual que observamos en escena. La palabra es esencial en el ritual, tanto como la palabra hecha carne, pues eso son en escena los danzantes. 

Los personajes son simplemente seres, oficiantes, ejecutantes, se deshacen de sus personalidades para convertirse en instrumentos conductores de energías. En algunos pasajes nos seducen y sugieren ser alter-egos del poeta quien, desde la palabra se desdobla en los otros, esos inciertos desconocidos que deambulan sobre el espacio mágico del escenario para rebelarse como sus fantasmas. Hay en los tres intérpretes un ingente trabajo de brazos y manos, como sugiriendo un nuevo lenguaje cuya magia nos invitan a descifrar, pero también hay saltos, giros, una elegante linealidad presente en ocasiones para atravesar el espacio escénico.

Atrae el tono existencialista de los textos, donde todo es incierto: el tiempo, la naturaleza, las aves agoreras cargadas de intenciones no reveladas que debemos imaginar. Personajes que ingresan semidesnudos para vestirse frente a nosotros y acabar igualmente desnudos, cubiertos de un polvo ancestral que se apodera gradualmente del escenario y los ensucia, los desgasta, los consume y los inmola, para al final en un curioso cierre, abandonar todos las tablas, como fantasmas que cumplieron con su visita a lo físico y, en su lugar, lo que queda frente a nuestros ojos es la figura del anciano poeta y su voz susurrante, que también desaparece cuando la luz cierra su arco y la tiniebla se apodera el espacio mágico en que se convirtió el escenario por poco más de un hora de espectáculo.

Los tres danzantes se desempeñan en escena por separado, nunca se unen, ni bailan, ni actúan entre sí, hasta que hacia el final del espectáculo un círculo construido por uno de ellos los atrae y es desde su centro como se integran todos. Aunque, debemos decirlo, en el cierre del espectáculo el círculo también se rompa y quien lo hace es precisamente el poeta-demiurgo, quien se queda solo sobre las tablas, únicamente apoyado en la palabra.

En ocasiones un danzante ejecuta su rutina y se vuelve protagónico, mientras sus colegas se convierten en sombras que lo acompañan desde su imagen proyectada en el ciclorama. El espectáculo posee buenos efectos, está cuidado en sus detalles, sus creadores son verdaderos orfebres que conocen lo que hacen y lo disfrutan, haciendo que nosotros hagamos lo mismo. 

Agradecido con estos creadores e intérpretes por la propuesta entregada, un lujo para enfrentar un domingo de derrotas personales en otros planos, que, sin embargo, durante poco más de una hora se quedaron afuera para convertirse en una victoria para el arte escénico, a cargo de estos artistas que desde la experimentación nos ofrecieron una propuesta muy bien lograda.

Al final, mientras conducía de regreso a casa pensaba que en “Más allá de la bruma” habitan la nostalgia y la palabra para nombrarla.

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