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Gerardo Selva Godóy, un Magón sin estatuilla

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Lejos de reprochar la decisión del jurado de los Premios Nacionales al designar a Juan Luis Rodríguez como merecedor del premio Magón del año 2020, señalo que fui honrosamente invitado a proponer la candidatura a este importante galardón en nuestro medio, del artista Gerardo Selva.

Lejos de reprochar la decisión del jurado de los Premios Nacionales al designar a Juan Luis Rodríguez como merecedor del premio Magón del año 2020, señalo que fui honrosamente invitado a proponer la candidatura a este importante galardón en nuestro medio, del artista Gerardo Selva. Comparto el texto mediante el cual invitaba a los jurados a considerar su nombre, y para ello me asomaba con respetuosa veneración a la obra de este creador. Lo ocurrido me ha confirmado que afortunadamente caminan aún nuestro país creadores y productores de cultura que no requieren de estatuillas para confirmar su legado. Respeto para quiénes honrosamente lo merecen y olvido para aquellos que han ascendido al podio, gracias a la irresponsabilidad de algún jurado.

Cuando Gerardo Selva Godoy cumplió 26 años se hizo costarricense. Antes de ello, aunque nacido en Nicaragua en 1952, ya era costarricense pero aún faltaba confirmarlo. Esto nos lleva a preguntarnos para asuntos de cultura y de un premio MAGÓN a la obra de una vida, ¿qué es un costarricense? Si alguien que nace en Costa Rica, pero construye su obra fuera del país, o alguien que nace fuera, pero construye su obra en Costa Rica, derrama la semilla y educa activamente a la juventud costarricense, entre otros sectores destacados de la población. Probablemente muchos coincidamos en que ambos extremos forman parte de una unidad indisoluble.

Luego de analizar el recorrido biográfico del ceramista, guionista, narrador, músico y educador Gerardo Selva Godoy concluyo que ha construido una obra afincada en la geo-cultura costarricense donde no solamente se ha preocupado por crear y proponer su obra personal, creativamente hablando, sino que además ha dedicado largos años de su vida a la docencia, ocupándose tanto de las nuevas generaciones que crecen más allá del Valle Central, como de grupos de creadores y seguidores de la ruta de la cerámica a través de la cultura, pues mediante
seminarios y talleres especializados el maestro Selva ha compartido su experiencia y conocimiento, resultado de sus estudios académicos internacionales, sus investigaciones documentales y de campo sobre la cerámica tradicional indígena en el caso de nuestra región continental. Conocimiento y experiencia que ha logrado contraponer y fundir con su conocimiento en cerámica y alfarería occidental. Posee en consecuencia una visión cósmica que revela a través de su arte donde el cosmopolitismo está presente representado a través de una estatuaria zoo-indígena que por momentos parece convertirse en una imaginería gargolesca medieval, fundiendo los mundos y la historia, capturando la mitología universal desde una perspectiva indígena y telúrica.

En la obra de Gerardo Selva confluyen las formas y figuras telúricas, las técnicas de trabajo y modelado del barro, unido a una imaginería de profunda raigambre indígena, donde el mito y la cotidianeidad se funden admirablemente para crear un cosmos mágico figurativo, de ricas apropiaciones del espacio y un cromatismo entre arcaico y moderno gracias al perfeccionamiento que ha experimentado el artista en las técnicas de acabado y marmoleado. En la obra cerámica de Selva sobresalen los esmaltados, de la misma forma que los trazos simples pero determinantes que decoran las piezas con ricos acentos precolombinos, a partir de una geometría esencial como el círculo, la línea, el semicírculo.

Más que un artista del fuego, Selva es un creador térmico que entierra sus manos en la arcilla para modelarla y luego fijarla mediante un proceso de horneado que ha perfeccionado y dominado a lo largo de varias décadas de trabajo constante, estudio y corrección.

No en vano su obra ha sido reconocida internacionalmente pues forma parte de colecciones que exhiben algunos destacados museos especializados en vidrio y cerámica en otras partes del planeta.

Con un bagaje académico sólido y una determinación clara en torno a sus búsquedas, interesado por la cerámica precolombina como componente esencial conductor de su discurso estético, Gerardo Selva recupera la mitología y la reordena -posee esa condición demiúrgica su obra-, para proponer su propia lectura de los grandes artistas del pasado, a partir del uso de materiales vernáculos e incluso algunas técnicas de horneado, para generar una obra que bien puede ser funcional y práctica, utilizada en la cotidianeidad, como las vajillas, los vasos, platos, cuencos, objetos que sirven para preparar y servir alimentos. Su obra de alfarero en este sentido también posee componentes litúrgicos y mitológicos donde se prodiga atención a la naturaleza vegetal y animal como formas a través de las cuales se manifiesta la presencia divina en su relación profunda con el hombre y su entorno. Ya ahí el componente social, cultural y litúrgico se convierte en un aspecto intrínseco a las piezas creadas donde en el decorado sobresalen los esmaltados, los diseños y la simbología indígena, presentada con un minimalismo sutil pero contundente. Entre funcional y litúrgica la alfarería del maestro Selva ofrece la presencia de lo sagrado en el momento del consumo de los alimentos, durante la intimidad de la reunión familiar o bien en las celebraciones comunitarias y rituales de búsqueda de comunión con la divinidad.


De una gran importancia para la historia de la cerámica costarricense es la obra del maestro Gerardo Selva Godoy, donde se conjugan el resultado de una investigación de muchas décadas y la construcción de una obra sólida y hermosa, donde la tradición se renueva y se reafirma, elevando la sabiduría y el arte precolombino a un estadio de exquisitos resultados al modernizarse con esta visión que combina nuevas técnicas a partir del rescate de técnicas ancestrales que siguen tan vigentes, como en su momento de creación.


No existe en nuestro país un ceramista con su calidad, visión de mundo y capacidad para reinterpretar el presente a partir del dominio de una disciplina ancestral que ha acompañado al hombre desde los primeros estadios de la historia.


Pero Gerardo Selva no es únicamente un ceramista destacado y renovador de la tradición, algo ya de por sí suficiente meritorio para considerar otorgarle el más alto galardón cultural de nuestra sociedad, sino que se caracteriza por ser un artista de múltiples lenguajes y recursos expresivos. Su incursión en el cine y el lenguaje audiovisual es notable no solo como guionista sino como actor, productor y director de cortos y largos metrajes de ficción, donde recupera componentes esenciales de nuestra espiritualidad. Este creador va de lo particular a lo universal, buscando siempre lo esencial del ser humano expresado a través de una geografía inmediata que le permite hacer proyecciones universales.

Su primer largometraje, titulado Chirripó combina su determinación por realzar la belleza natural del pico más atractivo del país, ubicado en la región que hizo su patria personal como es el Valle del General. En este trabajo plantea el tema ecológico y las pasiones humanas donde contrapone la conciencia ecologista con la avaricia material que no considera la protección de la naturaleza. Se trata de un dualismo confrontativo a través del cual Selva recupera la zona del General: playas, parajes hermosos y por supuesto la presencia del gran coloso conocido con el cerro Chirripó.


Este es el inicio de una fértil carrera que desarrolla con las uñas, con recursos mínimos, pero con gran entusiasmo y talento y que le permiten además un posterior desarrollo como guionista, por ejemplo, lo cual lo llevó a la televisión nacional donde se quedó por algún tiempo a cargo de algunos programas de producción local. Pero no solo guionista, productor, director y actor, sino también músico, pues una agrupación musical de su creación le ha servido para crear la banda sonora de Chirripó y de otros audiovisuales que a lo largo de su carrera ha producido y lanzado al público. En música además de compositor se ha encargado de la percusión en las bandas sonoras,
donde por supuesto es el autor de las letras.

Estamos frente a un artista que es esencialmente un creador no circunscrito a un solo estilo o lenguaje, sino a múltiples, los cuales reúne y explora con la intención de lograr la mejor combinación posible que le permita amalgamar un discurso estético totalizador.

La dramaturgia ha sido otra fértil área donde el maestro Selva ha incursionado. En el género teatral además de actor, ha sido productor y director de obras de autores costarricenses, algunos desconocidos que él se ha encargado de poner en conocimiento del gran público. Y como si lo anterior no fuera suficiente, Selva ha involucrado a sus estudiantes y grupos comunitarios en la actuación, abriendo camino a nuevas generaciones para que se asomen a las tablas y compartan las experiencias histriónicas con un público asombrado y agradecido.

De esta forma de Shakespeare a Luisa González, Selva no solo se ha sumergido en el histrionismo, sino que además ha desarrollado gran parte de su trabajo en la periferia de ese engañoso Valle central de Costa Rica, tan ajeno a lo que ocurre más allá de sus linderos. Otro aspecto meritorio que habla de su convicción y humildad, al descubrir y formar talentos en zonas tradicionalmente desprotegidas por las entidades culturales estatales. Su hoja de vida, que se adjunta a esta postulación, dará cuenta de las múltiples obras que ha dirigido y producido, los actores que ha debutado y los dramaturgos que se ha propuesto impulsar. Nuestra función no es enumerar sino
llamar la atención sobre su talento que se expresa de múltiples formas.

Ceramista distinguido internacionalmente, investigador de nuestro pasado precolombino el cual rescata mediante una reelaboración de la cerámica, apoyado en modernas tecnologías sin descuidar los pródigos beneficios del pasado, cineasta, actor y director, la faceta creadora de Gerardo selva no se queda allí, sino que además incursiona en la narrativa donde ha ido generando una obra respetable con un estilo muy personal tanto en temática como tratamiento del discurso narrativo, aspectos que deja plasmados en dos libros bastante sólidos y renovadores de nuestra narrativa. Me refiero al cuentario Licantropía y a su novela Cuatro mil días y veinte
segundos
. Amabas obras revelan su vena literaria que trae en sus genes sin duda. Con padres y tíos escritores -es sobrino del poeta Salomón de la Selva-, Gerardo Selva ha sabido asumir el compromiso con la palabra y proponer historias de rica imaginación, expresadas con un lenguaje firme y bien articulado. Al igual que con la cerámica, su perseverancia, su determinación a la investigación le han permitido ir construyendo un lenguaje propio, una forma de contar y leer la vida, desde personajes cargados de sorprendente humanidad y mágico asombro. Sus personajes narrativos poseen una gran capacidad dialógica, sus escenas y descripciones poseen una rica plasticidad, componen tes que llegan hasta su prosa como componentes que obtiene el maestro Selva del cine y la dramaturgia. De manera que nos encontramos ante un artista total, cuyos lenguajes múltiples le sirven para unirlos entre sí y generar una voz poderosa que es el legado de su obra para las futuras generaciones.

Me honra sobremanera poder postular su nombre al Premio MAGÓN de Cultura. Mientras escribía estas palabras, repasaba su obra plástica, releía su obra literaria y me asomaba a youtube, para observar sus propuestas audiovisuales tan hermosamente concebidas y cuidadosamente producidas. El resultado, una mayor admiración ante un creador que lejos de retirarse se encuentra en el pico de su carrera creativa, lo cual es maravilloso, pues ha alcanzado una depuración técnica cargada de un humanismo que trasciende cualquier provincialismo.

Selva se vuelca sobre su tiempo, por eso insiste en recuperar la belleza, el dolor y el peligro que rodean su entorno, nuestro entorno y el de muchos, quienes agradecemos su determinación de rescatar y dejar un testimonio de gran belleza para las futuras generaciones de un momento en el tiempo que nos ha tocado compartir. La grandeza de su obra es precisamente ver cómo al partir de lo particular de su universo inmediato, lo histórico incluido, Gerardo Selva propone una obra que trasciende y sublimiza.

Lo postulo con enorme cariño y la más completa convicción de encontrarnos frente a la obra y ante un artista que nos honra profundamente, gracias a su imaginación y compromiso con la creación y la cultura.

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