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Romance en el río

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Perteneciente al libro inédito de relatos y micro-relatos titulado "Crónicas del Reloj de Arena", que circulará durante la primera mitad del 2024.

Hacían el amor temprano por la mañana. Desnudos sobre la ribera del río, ella boca arriba lo recibía sobre su cuerpo. Se besaban apasionadamente mientras la penetraba en medio de jadeos y gemidos, que se confundían con el sonido que levantaba el cauce del agua, en su recorrido presuroso hacia la cascada.
En medio de aquel fragor líquido, donde la vida parecía confirmar la vida mediante aquel acto intenso de la carne sobre la carne y donde dos extremos se unían armoniosamente, de pronto un inesperado grito de pavoroso dolor interrumpió la escena. Inesperadamente, el cuerpo del amante resultó separado abruptamente de su unión con aquella mujer y arrastrado con violencia hacia el agua por un cocodrilo que -cautelosamente- había salido de las aguas y de un mordisco atrapaba por el culo a aquel amante en el momento del orgasmo. Sacarlo de aquel hábitat y trasladarlo hasta la oscura caverna submarina que le tenía reservada, era la acción inmediata del reptil -de cuatro metros de longitud-. Allí el amante sometido sería el desayuno que disfrutaría con su pareja hambrienta, con quien justamente había tenido sexo unos minutos antes de subir a la superficie en busca de alimentos.
En aquella profundidad, desde donde la superficie se miraba como un paisaje onírico que se movía con difusa precisión, la pareja de cocodrilos tenía su campamento de apareamiento del verano tropical, donde la comida escaseaba cada vez más, gracias a las acciones depredadoras disfrazadas de progreso a cargo de aquellos humanos que hoy serían su platillo principal.
El karma también ejercía sus magnetismos sobre la especie reptiliana y los responsables del deterioro del ambiente hoy pagaban parte de su deuda sirviendo de alimento. ¡Qué afortunado!, pensaba el cocodrilo, vivimos tiempos de escasez y en la primera salida a la superficie divisar sobre la playa del río aquel par de nalgas blancas como pequeños montículos que se movían suculentamente sobre un cuerpo que las recibía, enterrando las uñas sobre la espalda a su amante, mientras gemía y pedía ser penetrada con mayor fuerza. “Duro, más duro”, suplicaba, embriagada de placer. Y de pronto sucedió el ataque, aquel impacto inesperado que los separó violentamente, como dos extremos que se repelen al mínimo contacto entre sí.
Del placer al pánico en una milésima de segundo, la aventura sexual de la pareja se llenó de tragedia en medio de una explosión de sangre, mientras que el cocodrilo con su presa bien asegurada, al mismo tiempo que desaparecía bajo las aguas de aquel río, dibujaba una sonrisa de satisfacción a través de la cual dejaba ver parte de sus afilados colmillos contraídos.
Bajo aquellas aguas en una temporada anterior, ellos también fueron fecundados por sus antepasados reptiles, quienes no tuvieron tanta suerte como ellos, con aquel banquete ya asegurado.
Aquellos perímetros habían sido su hogar durante muchas estaciones, a lo largo de incontables años. La pareja de visitantes, turistas de la ciudad que se encontraban de paso por aquella pampa reseca de tanto sol y tanta deforestación, ignoraban que decidieron aparearse justamente en la ribera de la desembocadura del río Lagarto, donde al final de la cascada, sus aguas las recibía el río Celeste que luego corría hasta desahogarse en el estero de la Javilla.
La histérica mujer, sin dejar de gritar miró cómo su amante desaparecía bajo el agua, para luego esfumarse desnuda entre la espesura de la vegetación, mientras continuaba gritando, como un animal herido.
Conforme se alejaba la mujer, la calma retornaba a aquella ribera, donde solo una huella de sangre que se disolvía en el agua de aquel cauce sugería lo que acababa de ocurrir. Nadie escuchó los gritos de placer ni los de desesperación de la pareja en aquel remoto lugar del bosque seco tropical, donde el paraíso y el infierno se disputaban el mismo territorio.

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